Los puritanos del tiempo de Jesús querían que él se mantuviera alejado de los pecadores. Para ellos, según un esquema tradicional, el bueno no puede mezclarse con los malos: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. No era aceptable que un profeta, un hombre de Dios, esté acompañado de personas malas, pecadoras o transgresoras de la Ley. Si esto sucede, es la prueba de que no es de Dios. Sin embargo, Jesús revela que el Dios verdadero no es así, sino que va al encuentro de los pecadores para rescatarlos, busca la oveja perdida para salvarla, ofrece misericordia a aquel que la necesita. Paz y bien.