Todos nosotros debemos esforzarnos por ser buenos, pero siempre en nuestra vida tendremos sombras de maldad o de pecados. Solo Dios es en forma absoluta totalmente bueno. El hecho de que nos caigamos y pequemos, no nos debe desesperar, pues el Señor, en su infinita bondad, sabe y quiere perdonar nuestras equivocaciones. Él espera que exista siempre el esfuerzo. Por otro lado, no debo desanimarme al reconocer que, aunque mucho me esfuerce, no llego a ser perfecto. Esto sería soberbia y orgullo. Es propio de la condición humana estar en camino, con sus fragilidades e inconsistencias. Lo importante es mantener siempre la meta y levantarse cada caída con el deseo de ser mejor que ayer. Paz y bien.