Qué difícil resultaba para Jesús predicar en su propio pueblo. Allí las personas lo vieron crecer, conocían a sus familiares, sabían cuál era su escolaridad. No podían comprender cómo aquel joven tan igual a todos ahora se revelaba como un gran profeta, enseñando con una profundísima sabiduría y realizando milagros jamás vistos. Era tan fuerte este problema de la cercanía que no podían creerlo ni disfrutar de la novedad que él traía. También nosotros muchas veces no sabemos valorar lo que tenemos cercano, nos cuesta aceptar las capacidades de aquellos a quienes ya conocemos. Pero, quienes pierden somos nosotros. Paz y bien.