Jesús, el Dios hecho carne, durante su vida pública, reunía todo tipo de interlocutores. Mucha gente se acercaba a él porque su lenguaje tenía la elocuencia indiscutible de la coherencia de vida. Su entorno día a día crecía y hasta hoy, sigue tocando el corazón de quien lo escucha atentamente y se deja tocar por su gracia. Al ser nosotros discípulos suyos, estamos llamados también a convocar -no multitudes precisamente- pero sí, a convocar, a reunir, a ser puente de reconciliación gracias a una vida cada vez más comprometida con el Reino. Hoy es un excelente día para que pidamos la gracia del Espíritu Santo para que seamos instrumentos eficaces. Que nuestra elocuencia se note no en palabras sino en actos de amor. Paz y bien.
