Tener el nombre escrito en el cielo es la garantía de la vida eterna. ¿Qué podemos hacer para lograr esto? La respuesta es sencilla: nuestro nombre se queda grabado en el cielo cuando aquí en la tierra nos decidimos a poner en práctica el mensaje de Cristo Jesús, siendo solidarios con los que sufren y anunciado la llegada del Reino de Dios. Además, quien se hace misionero no debe alegrarse demasiado con las tantas maravillas que sucederán en su vida aquí en la tierra, sino mucho más con la promesa de la felicidad eterna. Paz y bien.
