En esta vida no hay como quedarse neutro: o yo colaboro con el crecimiento del bien o estoy automáticamente colaborando para que el mal prospere. Es como la tierra: o planto algo bueno y lo cuido continuamente o espontáneamente crece la yerba mala. No hay como cruzarse los brazos y pensar que no tengo ninguna culpa por lo que sucede: para el bien se necesita esfuerzo y para el mal, basta reposar. Por eso, debo preguntarme: ¿estoy colaborando con el bien o, con mi pasividad, soy un promotor del mal? La omisión también es un pecado. Paz y bien.