“Aquel que Dios ha enviado habla las palabras de Dios y da el Espíritu sin medida porque el Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus manos” Jn 3,34-35 Jesús, verdadero Dios, pero también verdadero hombre, vino al mundo para ofrecernos la salvación y para mostrarnos el rostro verdadero de Dios. En Jesús encontramos el modelo del sueño de hombre que nuestro papá tuvo al pensar en nosotros. Hoy el evangelio nos recuerda que este hombre-Dios pronunciaba palabras edificantes y sanadoras, palabras que provenían de su vínculo con el Padre y con el Espíritu Santo. Pensemos en nosotros mismos… ¿cuánto caminamos hacia esa mejor versión; hacia esa versión santa que Dios soñó al crearnos? ¿será que en nuestros labios están palabras edificantes y que generan vida o nos pasamos pronunciando malas palabras que hieren y lastiman? Volvamos a mirar a nuestro paradigma, a Jesús. Como él, busquemos tener palabras que conecten con Dios. Paz y bien.
