El evangelio de este domingo nos pone delante de una situación muy común en nuestros días: existen muchas personas que dan un sí rápido y superficial a Dios y a la Iglesia, pero después en sus vidas hacen todo lo contrario y se comportan como si no conocieran a Dios y sus enseñanzas.
Jesús cuenta una parábola en que un padre pide a los dos hijos que vayan a trabajar en su viña: el primero dice que no al padre, pero después se arrepiente y trabaja, el segundo le dice muy pronto sí, pero en la viña nunca apareció. Y Jesús entonces pregunta: ¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad del Padre?
La respuesta es clara: es el que efectivamente trabajó, aunque antes había dicho que no se iba. De hecho, muchas veces Jesús ya nos enseñó que son los frutos concretos que permiten reconocer si un árbol es bueno o no, y no las palabras o las buenas intensiones. También nos dijo que no son los que dicen ¡Señor, Señor! que entraran en el reino de Dios, sino los que cumplen su voluntad.
Ciertamente Jesús no está hablando aquí del ideal de la vida cristiana, del mejor modo de vivirla, que se encuentra en las personas que dicen sí al proyecto de Dios y de hecho lo ponen en práctica en la cotidianidad. Jesús quiere más bien desenmascarar a tantos que se creen buenos y justos solo porque lo dicen ser, solo porque se inventan una linda imagen delante de los demás. Para Dios no sirve el sí inconsecuente. Decir sí a Dios y después hacer todo lo contrario es lo mismo que decirle directamente ¡NO! – ¡No, te quiero escuchar! - ¡No me interesan tus propuestas! - ¡No deseo que influyas mi vida!
¡Esto es muy interesante! A causa de una cultura general, o de un respeto humano, tenemos miedo de decir directamente a Dios - ¡NO! – y entonces le decimos siempre sí, a veces sin ni pensar en lo que estamos diciendo o en sus consecuencias. Y es interesante que, no tengamos miedo de engañarlo, de defraudarlo, de no hacer lo que hemos dicho. Vivimos un gran equívoco que nos hace creer que la palabra ¡no! sería mucho más ofensiva a Dios que el no cumplir lo que hemos dicho. Jesús hoy nos enseña que no podemos continuar con esta mentalidad.
Esto sirve también para nuestras relaciones humanas. Es una gran ilusión creer que ya tengo meritos por decir un sí vacío y superficial, si después este no se transforma en acción concreta. Pues, cuando decimos un sí a alguien, si él confía en nosotros, generamos en él una expectativa, él se programa contando con lo que le decimos, y nuestra falta, traerá una gran decepción. Sería mucho mejor haber escuchado un ¡NO!, pues al menos se hubiera organizado de otro modo. Sentirse engañado por alguien es mucho peor, que el dolor momentáneo de escuchar un no.
Al contrario, cuando alguien nos dice un no, y después encuentra un modo de hacer lo que antes se había negado, nosotros nos sentimos sorprendidos, y nace en nuestros corazones una gran alegría y una gratitud.
Lo mismo sucede en nuestra relación con Dios. Para él es inútil nuestra bella palabra si después nuestra vida es vacía. Lo que importa para Dios es que estemos trabajando en su viña, independientemente de lo que hemos dicho. Él quiere encontrarnos sudados, él quiere ver los callos en nuestras manos, quiere contemplar nuestro cansancio por estar haciendo el bien a los demás, quiere admirarse con nuestro amor al trabajo… Y si en este trabajo a veces caemos o nos ensuciamos, él está dispuesto para ayudarnos con su gracia y su perdón. Al contrario, para Dios es insoportable encontrar aquellos que tienen siempre bellas palabras; que saben hacer lindos discursos, pero que están lejos de su viña, pues prefieren la comodidad, el buen vestido, estar bien oloroso; que les gusta mucho más las pompas y los saludos; que no son capaces de ver el dolor y las necesidades de los demás; que dicen amar mucho, pero se quedan solo en la idea. Estos, a lo mejor, ni caerán y ni se ensuciarán, pero igual Dios los rechazará.
Es por eso que las prostitutas y los publicanos, que por definición en sus vidas dieron un no al Señor, pero sí arrepentidos empiezan a trabajar en su viña y practican el bien, serán acogidos antes que los sacerdotes y los fariseos, que por definición en sus vidas dieron un si al Señor, pero tantas veces están mas lejos de su viña, ocupados y preocupados con tantas cosas inútiles.
Hermanos: que nuestro sí, sea sí, y que Dios nos encuentre trabajando. Esto es lo mejor.
El Señor te bendiga y te guarde
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te de la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino.