En un mundo tan deshumanizado, son tantas las necesidades de las personas que las urgencias sobrepasan mucho la capacidad de aquellos que se entregan al servicio. Por eso, siempre debe estar en nuestros labios una fuerte súplica al dueño de todo para que toque el corazón de muchos más y que tengan la valentía de colocar su vida al servicio de aquellos que más necesitan. No es fácil renunciar a los proyectos personales, pero Dios sabe cómo obrar en los corazones. Envíanos, Señor, más obreros. Paz y bien.