Ante las presiones, los desafíos y la vida cotidiana, a veces nos descuidamos y estamos en baja, desanimados, cansados. Y hoy el evangelio afirma que Dios es un Dios de vivos. El reconocer al Señor como dueño de nuestra existencia debe ser causa de alegría, gozo, entusiasmo y esperanza aún en medio de las tormentas que nunca faltan. Tomemos esta afirmación de la Escritura y dejemos que la vida del Espíritu que habita en nosotros, nos renueve en esta jornada y nos haga señales visibles de una vida realizada y en paz. Que, al observarnos, nuestros hermanos perciban que realmente Dios es un Dios de vivos, de personas que aun ante adversidades, confían, esperan y siguen firmes. Paz y bien.