SAN LEOPOLDO MANDIC

Festividad: 

12

 de 

May

SAN LEOPOLDO MANDIC

(1866-1942)

Bogdan (Adeodato) Juan nace el 12 de mayo de 1866 enHerzeg Novi (Castelnovo), en Dalmacia.

El 2 de mayo de 1884 viste el hábito capuchino enBassano del Grappa (Vicenza).

El 18 de junio de 1887 siente por primera vez la vozde Dios, que lo llama a promover la vuelta de los disidentes orientales a launidad católica.

Emite la profesión solemne en Padua el 28 de octubrede 1888.

Es consagrado sacerdote en Venecia el 20 de septiembrede 1890.

Después de residir en varios conventos (Zara, Bassanodel Grappa, Capodistria, Thiene) desde el 25 de abril de 1909 hasta la muertees confesor en Padua.

Desde el 30 de julio de 1917 hasta mayo de 1918 seexilia voluntariamente en Tora (Caserta), Nola (Nápoles) y Arienzo (Caserta).

Desde el 16 de octubre al 11 de noviembre de 1923 estrasladado provisionalmente a Fiume d'Istria.

En julio de 1934 va a Lourdes y el 22 de septiembre de1940 celebra sus bodas de oro sacerdotales.

El 30 de julio de 1942, a las 6,30 h., muere en Padua.

Su celda-confesonario queda en pie después delbombardeo del 14 de mayo de 1944.

Pablo VI lo declaró Beato el 2 de mayo de 1976.

Juan Pablo II lo proclamó Santo el 16 de octubre de1983.

 

Toda la razón de mi vida debe ser este designio divino, es decir, quetambién yo, a mi manera, contribuya algo para que un día, según el orden de ladivina Sabiduría, que todo lo dispone con fuerza y suavidad, los Disidentesorientales vuelvan a la unidad católica. Debo estar siempre dispuesto atrabajar. Nosotros hemos nacido para la fatiga y descansaremos en el paraíso.Estoy llamado a la salvación de mi gente, es decir, de los pueblos eslavos, yal mismo tiempo estoy llamado a la salvación de las almas especialmente en laadministración del sacramento de la penitencia.

 

ECUMENISMO Y RECONCILIACIÓN

Los santos consagran el lugar en el quehan vivido. Como Francisco Asís sus eremitorios, Antonio Padua, Juan MaríaVianney Ars, Pío de Pietrelcina San Giovanni Rotondo. Pero en Padua no solo labasílica del "Santo", sino también una celdilla-confesonario delconvento de los capuchinos de la plaza de la Santa Cruz se ha convertido encentro de atracción. Aquí ha escuchado San Leopoldo Mandic las humildeshistorias del pecado durante más de treinta años. Este "lugarcillo"quedó en pie después de la incursión aérea del 14 de mayo de 1944, como elpequeño capuchino había previsto: "La iglesia y el convento quedarándestruidos por las bombas, pero no esta celdilla. Aquí Dios ha tenido tantamisericordia de las almas: debe quedar como un monumento a su bondad".Toda la vida del santo "confesor" está encerrada en esos pocos metroscuadrados. Pero no es fácil contarla, porque es demasiado simple, escondidapara la sabiduría del mundo.

Nació el 12 de mayo de 1866 en HerzogNovi, es decir, Castelnovo, en Dalmacia, al comienzo de las Bocas de Cattaro,en el Adriático; era el último de doce hijos, y fue bautizado el 13 de juniocon el nombre de Bogdan (Adeodato). Su padre, Pedro Mandic, pescador ycomerciante, se había casado con Carlota Zarevic; ambos eran fervientescatólicos. El recuerdo de su madre le venía con frecuencia: "Era de unapiedad extraordinaria. A ella le debo de modo especial lo que soy".Muchacho reflexivo, recogido, muy inteligente, pasaba su tiempo entre la casa,la iglesia y la escuela. A los dieciséis años, el 16 de noviembre de 1882,entró en el seminario de los capuchinos de Udine.

La vocación capuchina de Adeodato nacía deun fuerte impulso apostólico. Se iba porque quería volver como misionero entrelos suyos. Además, las celebraciones franciscanas promovidas por el papa LeónXIII impulsaban también al apostolado activo. Durante los dos años que pasó enUdine trató de corregir, con el silencio y el autocontrol, su defecto depronunciación, un terrible escollo que lo bloqueaba en su deseo de comunicarse,avivado por su carácter cordial y extrovertido. Se reveló en seguida como unmodelo en todo. El año de prueba lo pasó en Bassano del Grapa (Vicenza), endonde, junto con el hábito capuchino recibió el nombre de fray Leopoldo, el 2de mayo de 1884. Después pasó a Padua para el trienio filosófico, desde 1885hasta 1888. El 18 de junio de 1887 - como él mismo dejó escrito - oyó por vezprimera la voz de Dios que le hablaba del retorno de los disidentes orientalesa la unidad católica. Ésta es la orientación fundamental de su vida, el estribillode sus aspiraciones, la razón de ser de su misión.

En otoño de 1888 se trasladó al conventodel Redentor, en la isla veneciana de la Giudecca, para cursar los dos años deteología, al término de los cuales fue consagrado sacerdote, el 20 de septiembrede 1890, en la iglesia de la Salud. Su sueño misionero le parecía que estabacada vez más cerca. Inmediatamente pidió a los superiores ser enviado comomisionero a Oriente. La respuesta fue negativa. Tenía muy poca facilidad depalabra y los superiores no lo consideraron apto. También rechazaron ulteriorespeticiones en este sentido. Él se replegó en el silencio de la obediencia, enel misterio de la oración por la unidad, en la penumbra del confesonario. Uncampo misionero, más extenso que las tierras de Oriente, se abríamisteriosamente ante el pequeño fraile. Su misa cotidiana, vivida con intenciónecuménica, profundizaba la luz de su vocación, que después de desplegaba en elconfesonario de modo penetrante y sabio.

Durante los siete años que permaneció enVenecia, con su afán ecuménico siempre presente, a pesar de ser tan pequeño ycasi desgarbado en su sayal, se había convertido en punto de referencia, unverdadero maestro espiritual dotado de particulares carismas espirituales. Unapequeña pausa en el pequeño hospicio de Zara durante tres años le pareció quele acercaba a su ideal ecuménico. A pesar de no tener una actividad directa,debió sentirse a gusto, cerca de su gente. Después lo llamaron de nuevo aItalia, a Bassano, donde estuvo un quinquenio dedicado enteramente alconfesonario, a la oración y al estudio de sus predilectos Santo Tomás y SanAgustín.

En 1905, por un año, fue enviado alconvento de Capodistria como vicario. Llamado de nuevo a Italia, estuvo tresaños en Thiene (Vicenza), en el santuario de la Virgen del Olmo. Aquí animaba alos grupos de terciarios franciscanos, y estaba muchas horas durante la nocheen oración, que intensificó después de que tres jóvenes obreras se burlaron deél, por lo que le exoneraron del ejercicio de la confesión. Le parecía que todose hundía: su vocación oriental, el deseo de un apostolado activo, losservicios de utilidad común. Él era un pequeño fraile, que solo valía paraconfesar. E incluso de esto le privaban. Fue un anonadamiento de sí mismo y un abandonomístico en la oración que lo afligió y al mismo tiempo lo exaltó.

Trasladado a Padua en 1909, los superioresle confiaron la dirección de los estudiantes y la enseñanza de la patrología.Un nuevo ardor apostólico le llevó a querer dedicarse a la predicación,alimentada por sus lecturas y por la enseñanza, y quedaba turbado cuando seenteraba de que muchos sacerdotes y religiosos hacían gala de erudición profanaen la predicación. A pesar de no tener el don de la palabra por el defecto dela tartamudez, sabía infundir en los otros el amor a la predicación basada enel Evangelio. Este período marcado por los estudios y la enseñanza en Paduarepresentó la culminación dramática de su vocación misionera y ecuménica,transformada en ofrecimiento heroico de sí como holocausto y víctima. En enerode 1911 escribía a su director espiritual, que le respondió: "Esté segurode que esta actitud de orante y de víctima ante el Padre de todos será muy útila los pueblos disidentes". El 19 de noviembre de 1912 se ofreció víctimapor sus propios estudiantes.

Estos actos heroicos representan el cambiodecisivo de su vida, el inicio de una nueva dimensión espiritual. El PadreLeopoldo ha elegido un estado permanente de víctima, en la obediencia radicalque asume los tonos de la dura obediencia ignaciana y de la mística delanonadamiento sufrido con toda la riqueza de su fuerte humanidad dálmata. Teníaentonces cuarenta y siete años. Fue duro para él sustituir los sueños deapostolado misionero por los padecimientos aceptados en unión con Cristo y SanFrancisco. Como escribe un biógrafo, "en todo lo que podía ofrecer de símismo - físicamente, existencialmente - sustituía a los alumnos, a lospenitentes, a los amigos. Su vida entera quedaba comprometida: comprometida porquela había entregado".

Exonerado de la dirección de losestudiantes en 1914, su vida sucesiva iba a ser un martirio de confesión,crucificada en el confesonario. Pero su corazón estuvo siempre en Oriente. Poreso rechazó siempre la ciudadanía italiana, por lo que durante la primeraguerra mundial fue desterrado y durante 1917-1918 tuvo que ir de convento enconvento por la Italia del sur por ser ciudadano del impero habsbúrgico, queentonces estaba en guerra con Italia. Cuando en 1923 Istria y Cuarnaro fueronanexionados a Italia, el padre Leopoldo fue destinado como confesor a Zara. Loinvadió una alegría inmensa. Quizá había llegado la ocasión. Se trasladó enseguida a su nuevo destino, pero poco después, el 16 de noviembre, lo llamaronde nuevo a Padua. Su inesperada partida había agitado a un numeroso grupo depenitentes, que se quejaron al obispo Elías Dalla Costa. Odorico de Pordenone,ministro provincial, se vio obligado a llamar de nuevo al pequeño fraile. Élcontinuó su silencioso martirio, dulcificado solo en 1924 por un curso delengua croata tenido en Venecia para los jóvenes frailes. Tenía la esperanza,por lo menos, de preparar un grupo de misioneros para Oriente, porque daba a suenseñanza una finalidad apostólica. Tenía cincuenta y cinco años. El 13 denoviembre de 1927 escribió en un folleto una vez más un voto por el retorno delos disidentes orientales a la unidad católica.

Todos concurrían a su confesonario,pequeños y grandes, doctos y sencillos, religiosos, sacerdotes, clérigos ylaicos. Encerrado en un cuartito de dos metros por tres, con una ventanita quemalamente protegía de las inclemencias y que daba a un patiecillo estrecho ypoco ventilado, el padre Leopoldo ejerció hasta la muerte el ministerio de lareconciliación y de la misericordia. Su Oriente fue cada alma que se acercaba apedir su ayuda espiritual. Él mismo escribía el 13 de enero de 1941:"Cualquier alma que tenga necesidad de mi ministerio será para mí unOriente". Confesaba de diez a doce horas al día, sin preocuparse del frío,del calor, del cansancio, de las enfermedades. "Esté tranquilo - decía asus penitentes - póngalo todo sobre mis espaldas, que ya me ocuparé yo", yhacía sacrificios, oraciones, velas nocturnas, ayunos, disciplinas sangrientas.Acogía con alegría al penitente, es más, le daba gracias y hubiera queridoabrazarlo. Una vez escuchó de rodillas a un penitente que por equivocación, alentrar en su celdilla, se había sentado sobre la butaquita.

Lo tacharon de laxo, de "mangalarga", y tuvo muchas dificultades. Pero él, mirando al Crucifijo,respondía con maravillosa experiencia de la misericordia de Dios: "Si elCrucifijo me hubiese que reprochar la manga larga respondería: Este tristeejemplo, Padre bendito, me lo habéis dado vos; yo todavía no he llegado a lalocura de morir por las almas". Pero la historia de su confesonario iba aser un poema magnífico, una cascada gozosa de carismas y gracias y milagros quesería demasiado largo referir. La víctima estaba preparada para el sacrificio.

A finales de otoño de 1940 su salud seresintió y fue empeorando cada vez más. A comienzos de abril de 1942 fueingresado en el hospital. No sabía que tenía un tumor en el esófago. Continuóconfesando en el convento. Pero tenía miedo de la muerte y el dolor lo estabaconsumiendo. El 29 de julio de 1942 confesó sin concederse descanso y despuéspasó toda la noche en oración. Por la mañana del 30 de julio, cuando sepreparaba para la misa, se desvaneció. Llevado a la cama, recibió la unción delos enfermos y, al acabar las últimas palabras de la Salve Regina, levantandolas manos hacia lo alto, como si fuese hacia algo, como transfigurado, expiró.Toda la ciudad de Padua se agolpó alrededor de su cadáver y su funeral fue untriunfo. Treinta y cuatro años después Pablo VI lo declaró Beato el 2 de mayo de1976, y el 16 de octubre de 1983 Juan Pablo II lo proclamó Santo.