“Estas obras que yo hago hablan por mí y muestra que el Padre me ha enviado” Jn. 5,36
En su vida terrena, Jesús obró muchos prodigios: sanaciones, liberaciones, multiplicación de panes, caminó sobre las aguas y tantos más. Todo esto ya estaba dicho en el antiguo testamento y se cumplirían en el Salvador. Muchas de las personas que presenciaron tales actos, los identificaban claramente y reconocían a Jesús como el Cristo anunciado desde antiguo. Lo llamativo era que entre los que no se convencían, estaban los Maestro de la Ley y fariseos, quienes al dedillo manejaban las Escrituras. Al observar esto, notamos que no es la sabiduría de este mundo la que nos hace conocer y ver a Dios sino un corazón predispuesto y abierto a la gracia. Percibamos las señales que hoy nos da el Señor para confirmarnos su presencia, agradezcámoslas. Dejemos que nuestro corazón se impregne de la sabiduría del cielo, que se manifiesta en lo sencillo de la vida cotidiana. Paz y bien.